LA BOMBA

Tenía trece años. Estaba cerca el verano que ya saboreabamos en el club de tenis y ya nos aburríamos. Eramos chicos deportistas lo juro, pero a diferencia de los demás niños, para nosotros unos pobrecillos, nuestros partidos en el frontón, en la pista de minibasket o cualquier parte del club eran un motivo para que corrieran las apuestas. Además, por supuesto de las, ya por entonces, famosas timbas de: poker, mus, guiñote, tute, rabino francés, etc. En estas partidas, crios de nuestra edad llegaban a deber once mil pelas, de las de antes. Una fortuna vaya. Yo nunca fui uno de esos pobres desgraciados que perdían la raqueta nueva y les decían a sus padres que se les había roto o que se yo. Eso sí, había uno que destacaba y no por perder precisamente, Angelito Blasco es su nombre, ganaba practicamente siempre. Anulaba a sus adversarios sicológicamente, sobre todo en el poker. Nadie tenía los suficientes para verle una mano.
Volvemos a lo de antes. Esa tarde estabamos en una de las plataformas que traspasan la piscina principal a modo de puente, sentados y aburridos. Exactamente estabamos Angelito y yo. No había casi gente en el club aunque hacía calor y la piscina estaba ya abierta. Y por eso, y por que la socorrista que había el año anterior iba a ser madre conocimos a Fernando, socorrista de profesión y farute del todo.
Alto, delgado, nariz enorme y aguileña, pelo corto rubio. Vestía la tipica camiseta blanca que pone "SOS", un bañador rojo y unas gafas negras de "hola que tal nena". Pero la verdad es que se llevaban por entonces. El tio era majete, y pronto se ganó nuestra confianza. Esa tarde nos estuvo contando historias sobre su paso por el ejército y sus encontronazos en las típicas juergas de soldados con sus homólogos americanos, en las que él se hacía pasar por "secreta". Nosotros con los ojos como platos, pensando "como mola", "en serio", "si o no". Después de pasar la tarde más entretenida de lo que pensabamos llegó la traca final. Entonces Fernando nos desveló un gran secreto. Y es que al lado del club había un cuartel militar muy misterioso y del que siempre queríamos saber algo más. Fernando nos contó que el estuvo destinado a aquel cuartel haciendo inventarios y que se yo, y que ahora estaba abandonado. Nosotros "como mola", "en serio", "si o no". Y él "si y está lleno de balas armas y demás". Angelito me miro y yo vi un brillo en sus ojos que ya no veía cuando le sacaba la pasta a los otros crios del club, "mañana vamos" dijo, y yo asentí.

CONTINUARA...

Comments

Anonymous said…
Ya te vale, ahora nos dejas a medias...?!
Esto no se hace!!
Alex said…
Pero bueno, a ti no hay manera de contentarte. No he recibido ni un sólo mensaje agradable. Empezamos con el de pardillo, que si tengo secuelas, y no se que más. Pues si!!! a medias y que !!! a esperar.

Aunque, entonces esta te ha gustado, no? ehhh, te he pillado. Lo sabia.

Un saludo querida
Nepomuk said…
¿Continuará? ¿cómo que continuará? pero, pero, pero...

A ver... ¡el libro de reclamaciones por favor!

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